viernes, 20 de agosto de 2010

Viento frío.



El viento aleja el fuego, lo apaga cuando la flama es muy baja. Al escribir, me alegro de que por más  pequeña que mi escritura sea, la tinta de la pluma no se alarga, ni se consume; existe tanto que se consume en el viento del tiempo, innumerables situaciones, incontables palabras, murmurables silencios. 
Aún las hojas vuelen, la lluvia enternece.

¿Quién eres? Hey, ¿cómo te llamas? Mi mirada especula al verte. El viento no puede liarnos a ambos, sigues de pie, yo, sentada.
¿En qué piensas? A manera que tu cuerpo desciende, otro ser asoma su vista hacia acá. Ahora, desaparece y tú escondes detrás la tuya. Recargas ambas manos en tu cadera, observando más allá. Tu mirada especula el abismo, mirando hacia acá.
Sonrío, me has mirado, extraño, extraño. La lluvia aún no cae, no mece, y tú, curioso a una ventana ajena, todo en horizontal. Algo esperas, todo espera, la gente se da la eternidad.
Sientes el viento en tu piel, lo adoras: cambian las horas, los días.
Quizá sea que, entonces, la tinta al fin se alargue y se consuma en el viento del tiempo.

Va un suspiro; permanece escrito. 

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