viernes, 3 de septiembre de 2010

Uno respira.

Como si lo único que nos uniera tan firme y sublimemente fuese la verdad. Nuestras mentes y vidas tan llenas de palabras. ¿Cuánta fuerza es necesaria para obtener su mirada?
Realmente se llega a un momento en el cual tu interés interno no existe más, sin poder hacer demasiado para cambiarlo. El interés está fuera de uno, viéndolo así, deseando que viaje de aquel modo. Pero, si uno no encuentra interés alguno en sí mismo, nada queda.
La superficie ajena y ésa seguridad que suplía todo fuera, desaparece. Y uno se desvanece; ya no hay voz, ¿Puede sonreírse? ¿Puede uno hablar? ¿De qué?
Realmente se llega a un momento en el cual uno descubre su simpleza. Aquellas sogas que a uno sostenían, se desvanecen en el polvo, se desvanecen. ¿Qué más queda? Ya no se es capaz de cosas tan posibles para uno, ya no se es capaz de nada más comúnmente posible.

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